TEXTOS Y RESEÑAS EN PRENSA

Animismo

 

“…Desde su creación en los años sesenta, la galería Val i 30 siempre ha intentado respaldar y promocionar creadores valencianos muy jóvenes pero con un futuro prometedor. Esta arriesgada apuesta por artistas desconocidos y sin ningún rodaje en los circuitos comerciales ha demostrado ser el mayor acierto de la galería. En la sala que dirige Vicente García y Lola Gimenez expusieron por primera vez nombres como el Equipo Crónica, el Equipo Realidad, Miquel Navarro, Carmen Calvo o Jose María Iturralde, entre otros.

Sin dejar de trabajar con los artistas consagrados, Vicente García sigue rastreando por las academias y las escuelas de Bellas Artes en búsqueda de nuevos valores. En esta ocasión Vicente nos presenta a la joven pintora María Álvarez. Nacida en Valencia en 1974, María finalizó sus estudios de arte hace tan solo 2 años y ahora tiene la oportunidad de exponer individualmente por primera vez.

 

En un momento en el que los jóvenes licenciados de Bellas Artes parecen más interesados por el performance, las instalaciones, el happening o el vídeo arte, María Álvarez nos ofrece una pintura de vocación claramente figurativa que recuerda a la de ciertos artistas italianos de vanguardia de los años 30. Utilizando el acrílico y formatos pequeños, María crea un universo personal centrado en una serie de elementos iconográficos constantes: un paisaje de árboles y arbustos estilizados que acogen siempre a una solitaria e indefinida figura humana. Con una intención lírica más que intelectual, la pintura enigmática y emocional de María Álvarez también podría recordar por su trazo y sobriedad compositiva a la de Giorgio De Chirico. Más evidente es su voluntad por explorar en la figuración y en recuperar el gusto por la pintura entendida como un oficio que no desdeña la laboriosidad, las técnicas tradicionales y las enseñanzas académicas.

A pesar de los vaivenes y caprichosos movimientos sísmicos del arte actual, María Álvarez puede tener un esperanzador futuro artístico puesto que en esta primera exposición demuestra ser una pintora sensible y con universo pictórico muy coherente. Esperemos que la apuesta de Vicente García y Lola Gimenez por María Álvarez sirva para descubrir las enormes posibilidades de una artista con talento y una originalidad sin estridencias.

 

Casto Escópico. Revista Túria. 2000

   

“…Son paisajes de un mundo donde la forma es color, donde la síntesis prevalece y donde la geometría aparece en su construcción. Seres que viven, piensan, se encuentran en la naturaleza, en unos árboles que crecen y convergen.

    Todo ello dentro de una metafísica suave y amparada en tonalidades, cromatismos y sombras acertadas. Existe en esta joven artista, y en su obra, equilibrio y un conocimiento de la composición poco común. Conoce la profundidad y la perspectiva y se aprecia la inquietud que siente. Debo aclarar que al decir que puede enclavarse dentro de la pintura metafísica, establezco una gran distancia con esos pintores que siguiendo modas italianizantes se consideran metafísicos. Creo que más bien están pasados de moda. María Álvarez siente lo que hace y me parece un descubrimiento para el futuro del arte valenciano.

 

Diario Las Provincias. 2000

 

“…En línea del relevo generacional y la búsqueda de nuevos valores, el espacio de calle Almirante 1 acoge, en esta ocasión, la obra pictórica de María Álvarez (Valencia, 1974), que inicia, así, la aventura de exponer públicamente la expresión de su mirada. Entroncada con la tradición metafísica y el ingenuismo figurativo, su pintura se destaca por la sugestión del silencio como fundamento de una escenificación elegíaca que habla de los estados del alma y la introspección. La autora apela a las identificaciones del espectador con escenas que reiteran la condición de la soledad en la forma de un personaje que vaga, se apesadumbra, y medita en un entorno natural que como símbolo es el prometido jardín paradisíaco trasmutado con el laberinto de las preguntas y las respuestas contenidas.

Con el acento formal de un cromatismo atemperado que se exime de protagonismos, y una acertada puesta en escena de fondos planos que connotan el carácter onírico de un mundo absorto en sí mismo, María Álvarez descubre en el monólogo del paisaje el escenario idóneo para la expresión del soliloquio existencial. Dudas y certezas son reflejadas, aquí, en la animación de un entorno poblado de árboles que se curvan en la congoja o el cobijo, y muros elongados desde el infinito que encierran, ocultan o protegen, a una figura estatuaria y carente de identidad que, en su actitud, encarna las preguntas que van y vienen de un estado a otro de la ficción. No se equivoca la novel artista, ya que desde la autocontemplación se forja la mirada del mundo.

 

Christian Parra-Dualde. Diario Levante. 2000


Desarrollo temático ­­

“…Tras dos años que se estrenara en las lides expositivas -y con una destacada participación en colectivas y concursos en el interior-, regresa a Val i 30 la joven pintora María Àlvarez (Valencia, 1974) con un producto asumible desde la perspectiva de la evolución pictórica en una continuidad temática. Permanecen, así, cual funcional fórmula, la sublimación narrativa del silencio, la vocación estatuaria de la figuración, el paisaje como representación existencial y expresión de diálogos interiores, y un cromatismo que privilegia la limpieza escénica. Permanece además, la clave autorreferencial de un solitario protagonista habitante de paisajes oníricos en su animación; pero si otrora la pintura de Álvarez rezumaba melancolía y cierto tono bucólico y absorto, el vitalismo caracteriza su desarrollo actual. Los muros rurales de antaño han dado paso a arquitecturas agresivas en su omnipotencia y acentuación geométrica; una mayor fragmentación escénica contribuye a nuevos y ágiles juegos compositivos; la inicial sugerida animación paisajística se extrema orgánicamente en arboledas cual colosos en movimiento y tentáculos que cruzan el espacio con el enigma de su discontinuidad; y, en fin, la quietud a devenido en la vivificación y sus conflictos, confirmación de que las primigenias preguntas autorales habrían germinado en el afán de nuevas aventuras expresivas, de las que se esperarían otras vías temáticas, demostrando lo expuesto.

Christian Parra-Duhalde. Diario Levante. 2002


Geometría lúdica

 

“…Al cumplirse un lustro de su primera individual, la presente exposición de María Álvarez (Valencia, 1974) viene a confirmar con creces la voluntad de evolución en la continuidad de forma y fondo, atisbada en su muestra del 2000 en este mismo espacio, asumida por la autora como crónica sensible del desarrollo de la propia mirada, del proyecto vital.

De árboles elongados en curvilínea idealización objetual vinculantes de cielo y tierra, muros que separaban fértiles tierras en paradoja discontinuidad y diminutos personajes habitantes de una naturaleza incierta sugeridamente por definir, estaba hecho el mundo, expositivamente inicial, de la pintora. De aquella experiencia, de tintes lúdicos en su exploración del paisaje, Álvarez progresaría, más tarde, hacia cauces más oníricos acentuando la ficcionalidad de las formas en su monumentalidad y omnipotencia escénica pero manteniendo un dibujo elementalista y una paleta escueta.

Hoy, la alusión directamente autoreferencial de la figuración humana ha dado paso al simbolismo de la fruta, la naturaleza y la geometría se funde en un sólido tapete de placas tectónicas activas y la animación objetuelista.


  “…Casi surrealistas parecen estas nuevas obras de María Alvarez. Las formas naturales y geométricas anteriores se exageran y son llevadas al límite, aquéllas maduras, redondas y fértiles, y éstas, ligeras, frágiles, casi inmateriales. Como un resumen de sus creaciones anteriores.

La paleta, invariable en su tierra y blanco, sigue reconfortando al espectador y trasladándolo a parajes naturales donde reencontrarse. Es quizá esta la razón por lo que sus obras siguen siendo tan íntimas. Se percive la serenidad con que María a observado y analizado el paisaje, hasta hacer propios los colores. Con independencia de ser un bosque mediterráneo o un páramo castellano, ella podría muy bien haber sido el personaje que deambula entre los árboles y que ha desaparecido, franqueando así el paso al espectador, que ahora puede entrar en los lienzos, subir y bajar las escuetas escaleras y atravesar los vanos, sin saber ciertamente si entra o sale. Generando así la sensación de inquietud que tantas veces se imputa a la creación de esta artista, y que, los que la conocen rechazamos.

Por otro lado, y conociendo la naturalidad y sencillez personal de aría, no nos es difícil imaginarla jugando, creando pequeños y minimalistas espacios; recortando cartulinas que luego pliega en aéreas arquitecturas que conducen a rotundas y apacibles islas, para luego pintarlas. Es evidente que el cambio de contexto de la pintora ha influido profundamente en su obra, abriendo una nueva etapa, si no más sugerente que la anterior, sí más mágica.

Con María Alvarez el espectador no sabe bien si relajarse o inquietarse, si sentirse libre al poder deambular por espacios evanescentes o si angustiarse por la falta de certidumbre y consistencia espacial. Personalmente, y tras haber disfrutado de su obra ya varios años, me decanto por la primera opción. Perderse sin miedo en estos lienzos puede apaciguar hasta el ánimo más excitado.

Lola Gimenez. val I 30. 2004


Espacio interior

 

“...La naturaleza de María Álvarez (Valencia, 1974) no está llena de campos, ríos o árboles entrelazados en una maraña siniestra, siguiendo el modelo del gran bosque iniciático de los cuentos fantásticos. Su naturaleza es otra bien distinta; es una más amable, más acorde con los sueños exentos de pesadillas. Por eso la figura que suele aparecer en sus cuadros, solitaria y diminuta, lejos de transmitir desasosiego, sosiega. La naturaleza, como la propia figura, carece de rincones sombríos y aristas tenebrosas. En su lugar, se suceden los contornos circulares y las tonalidades bajas en calorías, pero sin duda estimulantes. Lo BUENO del Espacio interior con el que a titulado sus cuadros radica en eso: en la manera que tiene de confrontarnos con nosotros mismos sin necesidad de alarmantes subterfugios. Una mirada inquieta.

Salva Torres. Diario las Provincias. 2009


Los espacios encantados de María Álvarez

 

    Es evidente que María Álvarez no ha necesitado excluir de su mundo los elementos que hasta ahora lo ocupaban, encantados y libres, colocándose en lugares de referencia; pero en el camino que sigue actualmente se observa el deseo de conseguir los logros anteriores haciéndolos mas asequibles y todavía ligados a un proyecto surrealista que no puede o no quiere desdeñar, situando en primer lugar frutos, árboles y objetos en los que vuelca su atención obligando a los paisajes a integrarlos en sus espacios con asombrosa perfección en el lugar que la creadora les ha asignado.

Y es aquí en donde cada centímetro que avanzan la autora resuelve el problema de la integración dedicándo­les unas tareas minuciosas, para que pinceles y colores cumplan su misión en el conjunto de la obra, logrando así unos resultados estéticos espectaculares que permiten un diálogo con los espectadores; historias que María ha escrito con sus pinceles de seda, sus manos obedientes y su imaginación.

 

Si aceptamos este avance dentro de las definiciones que rigen en la Historia del Arte, la obra de esta pintora podría catalogarse como un propósito inteligente y decisivo en su consagración.

 

Isabel Cajide. 2012


La metafísica del ensueño

   

 “…Una pintora singular que a lo largo de más de una década ha ido experimentando y desarro­llando, tenaz y pacientemente, un estilo de pintura muy personal, que hace evolucionar con talento, pero al que permanece siempre fiel. Que su trabajo sea personal, singular, no quiere decir, evidente­mente, que no haya en su pintura reminiscencias de algu­nas de las propuestas de las vanguardias históricas. Hay en la pintura de María Álvarez referencias a las que hicie­ron los surrealistas, e incluso a las que, inspirándose en los postulados surrealistas, hicieron con mucho talento numerosos ilustradores de la segunda mitad del siglo XX. Pero en la obra de esta pintora hay también remi­niscencias de Chirico, es decir, metafísica. Esto es. Su pin­tura está, como decía muy bien Christian Parra-Duhalde en una crítica publicada hace ya algunos años: "Entronca­da con la tradición metafísica y el ingenuismo figurativo; su pintura se destaca por la sugestión del silencio como fundamento de una escenificación elegíaca que habla de los estados del alma y la introspección".

 

Jesùs Tablate Miquis. Revista Álbum


­­Un mundo soñado

 

María Álvarez (Valencia, 1974) pinta la soledad. La soledad con todo lo que la soledad tiene: ideas, recuerdos, sueños.. Sus personajes son un solo personaje. Su mundo es un solo mundo. Un decorado donde la vida se sintetiza en unos pocos elementos: arquitecturas, árboles, cosas... cosas que gravitan en movimiento suspendido, que recuerdan a esas imágenes de ahora en las que la gente posa quieta mientras la cámara va de acá para allá; cosas, árboles y arquitecturas quiméricas entre las que un pensamiento conceptual vaga también de acá para allá, tentándonos a descubrirlo en cada lienzo.

Escaparates del soliloquio existencial, las obras de María Álvarez encarnan un universo imaginario más cercano al Bosco que a los surrealistas, un paisaje enigmático que, por su trazo y sobriedad compositiva, nos llega a las vanguardias metafísicas italianas de los treinta.

Desde su primera exposición han transcurrido casi tres lustros, tiempo en el que la artista ha mantenido su iconografía y claves primordiales. La expresividad del silencio, la figuración estatuaria, el paisaje como metáfora existencial, el minimalismo y el aseo escénicos, emergen y perviven en sus creaciones, si bien la melancolía que inicialmente transmitían ha dado paso a un elocuente vitalismo.

Verdaderamente, es un placer encontrarse con una obra que, valiéndose de las técnicas y la noción de la pintura tradicional, nos resulte tan próxima y contemporánea, tan conmovedora por cuanto refleja nuestro espíritu, y a la vez nos invita a detenernos y disfrutar. La propuesta es ante todo plástica, resueltamente lírica, sin duda más poética que intelectual.

Pintura transparente, limpia y plena de autoría, que transmite al mismo tiempo belleza, misterio y emotividad. Ventana a un espacio en el que podemos reconocer nuestros paseos interiores por un mundo soñado, nuestro mundo.

Fernando Herencia